sábado, 26 de mayo de 2012

Contexto

El artículo que aparece a continuación ha sido publicado en Microfilosofía - Revista de Filosofía en Internet. Pinchando aquí podréis acceder a la publicación.


Contexto, imagen creada por María Valle

Cada mirada, gesto y palabra, cada pensamiento y acto humano se dan, por necesidad, enmarcados en una situación determinada. Es condición ineludible para cualquier individuo el estar inmerso en un contexto, en sucesivos escenarios por los que transcurre su acción. Será por ello fructífero tomar conciencia de una condición tan presente en la existencia, para poder mejorar nuestra percepción y capacidad de sumergirnos a través de ella. Por ello quisiera ofrecer una toma de contacto con la noción de contexto como tal, en su formato o sentido más sencillo, prescindiendo aquí de otras posibles indagaciones. Contexto como situación concreta, el entorno inmediato de la experiencia subjetiva. 
Contexto será toda situación habitable por un sujeto, ya se trate de eventos comunes o extraordinarios. Cualquier vivencia que un individuo pueda protagonizar o presenciar será caracterizable como tal. Nadie puede lanzar una mirada a una situación concreta prescindiendo de un contexto que le sirva de base. Uno se asoma a un contexto, desde otro, e incluido en otros muchos. 
La múltiple aplicabilidad del término nos hace vislumbrar que se trata de algo divisible en planos, de diversa escala y trascendencia. Contexto personal, laboral, familiar… Hasta otros cuya magnitud nos rebasa, como el social, vital, epocal, existencial… Cuyas diferencias entre sí no les impiden encontrarse sumamente interconectados. No obstante, se trata de dimensiones que no trataré aquí. 
En un contexto, en sí, pueden distinguirse diferentes dimensiones, niveles, aunque se presenten al sujeto de manera simultánea. Una dimensión física, el lugar de los objetos materiales y estímulos sensoriales del entorno, cuya importancia radica en su disposición, en la habitabilidad que pueda llegar a ofrecer al sujeto. A ésta le siguen otras más vivenciales, de naturaleza más interactiva, y no meramente perceptiva, por lo que su complejidad será notablemente mayor. Cabe destacar la profunda permeabilidad que comparten individuo y contexto, aquello que posibilita una intensa comunicabilidad entre ambos. El contenido de cada uno cala en el otro, quedando absorbido, consolidado como unidad. 
La realidad se nos presenta en cada contexto dado. El contacto con ésta se da en un contexto concreto, quedando bañada por él. Nuestra percepción del tiempo y el espacio se relativizan en relación a él, según su ritmo. El entorno no es el simple objeto de la percepción, sino su administrador. Igual que una imagen puede ser tomada como un texto visual, o una película como un texto fílmico, puede decirse que cualquier situación nos permite tomarla como poseedora de un texto experiencial. Todo con-texto albergará un texto que podrá ser leído, un código que, según se interprete, dotará a la situación de un sentido u otro, sentido que por otra parte, exige ser satisfecho por la acción. 
Exceptuando las situaciones de soledad absoluta, como los retiros, el contexto es elaborado colectivamente por los individuos que lo pueblan. Cada uno de ellos lo interpreta, por su parte, tomando a los demás como partes de éste. La percepción individual no agota el papel configurador de éstos, ya que no solo su presencia, sino también su actitud, pensamiento y conducta imprimen su condición o estatus en el entorno. 
En cada uno de ellos, la disposición de cada participante configura el éter, la atmósfera del encuentro. Cada situación específica diverge de las demás, por singular, lo que hace que sus oscilaciones sean únicas. Nada presente, ningún elemento, será ajeno a su constitución. Desde la más excéntrica aportación hasta el más nimio detalle podrán ser objeto de nuestra atención. 
Cada actitud, pensamiento y acto fluctúan, en la medida en que actúan como un fluido que, vertido sobre aquella mezcla, tiñe y altera el evento, involucrándose en una danza que es casi observable espacialmente. Así como uno siente cuando una situación tensa parece reclamar algún detalle humorístico, podrá percibir en cualquier otro evento qué es lo que éste precisa para su mejora o equilibrado. 
Pero la actitud no configura en bloque, sino que cada pensamiento, palabra y gesto modelan el ambiente de manera independiente, provocando acciones, reacciones, giros, cierres… Hasta el elemento del entorno aparentemente más insulso posee una capacidad causal inestimable. Cuestiones como la luz, temperatura, brillo, textura u olor poseen roles que contribuyen a la creación de una atmósfera que va más allá de su estructuración física.
Un contexto gozará siempre de una inercia propia que, atravesando al individuo, podrá provocar en él una pluralidad de reacciones. 
Pueden pensarse casos de inmersión contextual tan profundos que, sólo al salir de ellos, sólo al apartar la atención y consciencia de su transcurso, seamos capaces de advertirlos. Un contexto puede absorber de tal manera que parezca que cada acción brote en él de manera casi automática, logrando la satisfacción inmediata de sus demandas. Son situaciones en las que parece que actuamos instintivamente, casi sin la mediación de pensamientos propios, como si los actos fueran sustraídos, más que ejecutados. Como inconveniente puede apreciarse que ésta especie de automatismo de la conducta puede llevar al sujeto a cometer actos que no recibirían su aprobación si se viera liberado de la inercia que lo moviliza. 
También pueden imaginarse otros en los que se vaya más allá del contexto, en los que en vez de darse esta inconsciencia, acaezca la inmersión en un flujo propio que aparte, no del entorno ajeno al contexto, sino del contexto mismo, donde el sujeto queda ensimismado en una corriente de pensamiento de la que sólo toma consciencia cuando ralentiza su curso. Momentos que nos dejan cierta sensación de desconexión, sólo cuando su flujo ha cesado. Casos de negación de todo contexto, paradójicamente enmarcados en uno propio. 
La posibilidad de ejercer una resistencia a dejarse llevar por una situación siempre está presente, de ofrecer una actitud disonante, convertirse en un infiltrado, en un miembro ilegítimo a rechazar. Algunos contextos especialmente cruentos pueden vapulear a los sujetos que los habitan hasta el punto de que sus nociones básicas, su conocimiento de sí y del mundo se vean derruidos, surgiendo un sujeto casi nuevo, nacido no ya de su vida, sino de una situación especialmente afectante y agresiva. Casos de grandes desgracias, catástrofes o situaciones traumáticas.
Las variables de cada situación son infinitas, por lo que también lo será el influjo que causen en el individuo. Tras estos ejemplos, el lector podrá elucubrar otros no citados tomando como único referente su propia experiencia. 
La influencia que el contexto ejerce sobre cada individuo no pasa por ser tan excesivamente concreta. Gran parte del peso recae en su trasfondo, en su intertexto, en las conexiones que mantiene con situaciones previas, que plasman su impronta en cada acto que en él se desarrolle. Cuestiones como la calidad de las relaciones o los eventos previos que la han propiciado modularán en gran parte la atmósfera de la vivencia. 
Esas necesidades latentes, aprehensibles en toda situación, esas posibilidades de equilibrado, respecto de las que el sujeto puede hacerse sensible es lo que podemos caracterizar como demandas específicas del contexto. En su conjunto, pueden leerse en él indicios para cambiar su rumbo, para mejorarlo. Más que mensajes, en un contexto oscilan peticiones, solicitudes, que interpelan al individuo que lo presencia. Sólo así se torna posible el juego entre demanda, por parte del contexto, y escucha, por parte del individuo. 
La constancia del juicio reflexivo revela su valor cuando, vistos algunos tipos de inmersión contextual, nos percatamos de que una importante parte de nuestros actos son fruto de exigencias que la situación provoca, de las que no tenemos garante de su corrección. Son de sobra conocidas las atrocidades que el hombre, inmerso en la vorágine de la masa, es capaz de cometer. 
Quizá no se trate sin más de una interpretación como tal, al estilo de un análisis hermenéutico, ya que podría resultar que, más que simple cálculo, se tratara de una suerte de apertura atenta, una mirada radical, partícipe de la intuición y necesitada de la quietud que le da validez, capaz de captar la necesidad de la situación hacia la que es lanzada. Un estar acorde, más que un captar analítico. 
Es esa pluralidad de matices la que hace que se  presente complicada esa mirada abierta y comprensiva en estos planos. Se puede entender y aceptar que una situación cotidiana provoque en alguien lúcido el imperativo de realizar ciertos actos, de mantener cierto tipo de comportamiento. Recapacitar acerca del curso de acción individual parece relativamente sencillo si lo comparamos con el curso de acción colectivo. A saber, captar la necesidad de consolar a alguien que llora es más fácil que captar las necesidades políticas de un colectivo, por ejemplo. La tarea se torna inabarcable cuando llevamos la noción de contexto a una escala mayor, porque ¿cómo captar las necesidades o peticiones que nos exige, por ejemplo, el contexto social en que vivimos? 
A pesar de no ser el objetivo de éste ensayo, por carecer de la ontología necesaria para asumir tal abrumador número de variables, no debemos obviar que en última instancia, el trasfondo del contexto remite a planos mayores, y que esos niveles en los que se haya adscrito también realizan demandas, siendo su nivel de complejidad infinitamente mayor. Una cuestión que desborda, pero hacia la que hay que apuntar, pues a pesar de su aparente lejanía, hasta el suceso más recóndito puede repercutir, y de hecho repercute, en nuestras vivencias particulares. 
Quisiera concluir resaltando sin más lo conveniente de ejercer, frente al entorno, un tipo de quietud sensible, una apertura atenta capaz de captar las necesidades de éste, con el fin de lograr una mejora de la situación que se presencia y protagoniza. Tomar esa atención lúcida, y ponerla a la escucha de los mecanismos que rigen cuanto nos rodea y afecta. Una disposición que, aunque necesitada de lo racional, no encontrará en el cálculo, sino en la sintonización, en la consonancia con el entorno, su mejor aliada. 
Trascender lo particular, caminando hacia una profunda visión de conjunto, aprehender la textura de lo circundante, el panorama en derredor, permitiendo esa eclosión de sentido, particular por individual pero no por ello menos válida, que como una lámina que se aplica a una lente, nos muestra recovecos del paisaje que pudieran haberse ocultado a nuestra mirada. Integrarse en la situación vivida, interpretándola desde sus propios parámetros, porque es nuestra mera presencia la que nos vincula primariamente con ella. 
Que escucha, y no sólo presencia, se conviertan en caracteres propios de la actitud en su estar cotidiano.

El artículo es propiedad de Omar Linares Huertasinscrito en el Registro de Propiedad Intelectual Safe Creative.

8 comentarios:

  1. ¿Por necesidad? ¿Podrías definir ese término en este contexto?
    Me gusta cuando has comentado que el entorno es meramente un administrador, pero ¿nosotros también podríamos llamarnos “administradores del contexto” no?
    Cuando dices “son de sobre las atrocidades que el hombre, inmerso en la vorágine de la masa, es capaz de cometer”, no estoy completamente de acuerdo. Bien es cierto que el contexto en que estamos sumergidos nos salpica directamente, pero no nos obliga a cometer, por ejemplo, un asesinato, en este caso ya intervienen diversos factores.
    Por otro lado, cada día los sujetos se levantan, se arreglan, salen a la calle, cumplen con su horario laboral, vuelven a casa, cenan y finalmente duermen. Aunque suena a rutina pura y dura, a mi parecer no lo es, cada día será distinto, ya que nuestro contexto nos mostrará situaciones distintas, por ello, no entiendo la rutina si el sujeto se interacciona con otros sujetos.


    Magnífico :)

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  2. -Con lo de "por necesidad" imagino que te refieres a lo dicho en el primer párrafo. Concibo que toda experiencia se dará siempre en un lugar y momento determinado, y no en un plano a-temporal o a-espacial. Con ésto sólo quiero decir que lo que percibimos en una situación es algo que, aunque podamos llevar intelectualmente a otros ámbitos, siempre se encontrará arraigado en la situación que lo suscita y posibilita.

    -Lo que quiero señalar es que el entorno no es el mero escenario de la percepción, sino su administrador, en la medida en que no se trata únicamente de que la situación sea la base sobre la que se enmarcan y deslizan nuestras percepciones, sino que es esa misma base la que en cierto sentido empuja y orienta la percepción del sujeto que se encuentra en ella, ya sea exigiendo acciones, ya sea llamando la atención sobre ciertos elementos concretos (además es el contexto el que define las bases de lo percibido).

    -Es cierto que el contexto no puede alienar al sujeto hasta el punto en que podamos decir que éste no posee responsabilidad alguna sobre sus acciones, pero sí que puede ofrecer un influjo poderoso. Un asesinato sería un caso extremo, como bien dices, y no sería excusable, pero quizá si podríamos atender a ciertos agravantes relativos a la atmósfera que se respire en el entorno, que no justifican, pero quizá si explican parcialmente.

    -En la medida en que cada elemento del contexto puede suponer una potente alteración del resto del conjunto, es cierto que no parece que podamos hablar de dos situaciones iguales, por su extrema singularidad, y más aún teniendo en cuenta la versatilidad de cada individuo que se halle presente. En ese sentido, sería difícil hablar de rutina. Se trata de una consecuencia de la que no me había percatado, pero que resulta muy interesante, pues parece que sí que percibimos rutina en nuestro día a día, lo que podría achacarse a nuestra actitud, o directamente ceguera, ante los avatares de cada contexto. En cualquier caso, supone una cuestión por abordar.

    Muchas gracias por tu atención, interés y en definitiva, por tu comentario!

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  3. ¡Muchas gracias por tu respuesta!

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  4. Es cierto que parece que el contexto exige una conducta, como si tuviera una lógia interna que requiere completarse y presiona a los agentes a realizarla. Quizás la misma necesidad de completud que tiene el ser humano. Pero es complicado pensar que el contexto empuja realmente algo, pues parece que le otorgamos cierto carácter de "voluntad". Aunque esto puede que sea una interpretación mía de algo que no has dicho.

    Me gustaría remarcar una cosa a nivel formal. Parece que la exposición va bailando entre una noción de contexto "por sí misma" hacia una de contexto como requisitos para la conducta. Me parece que es un poco confuso así expresado.

    Está muy bien Omar (como siempre)

    Un abrazo.

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    1. Creo que es el post con menos compromiso del mundo.

      "parece" "quizás" "puede que" jajajajaja

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  5. Es cierto. Creo que la tesis se mueve a mitad de camino entre el reconocimiento de esa lógica interna al contexto como bien la llamas, y la duda sobre la autonomía de la misma. Porque es la voluntad del sujeto la que puede decidir ofrecer una apertura atenta a esos mecanismos, pero la cuestión se complica si afirmamos que esos mecanismos portan, en el sentido que sea, alguna directriz que ofrecer al individuo para que éste actúe en consecuencia.

    Se trata de una tesis que reconozco débil, pero la mantengo pues creo que sería un error dar todo el papel protagonista al sujeto, como si el entorno no impusiera sus condiciones, algo quizá demasiado idealista. Aunque bien es cierto que dar cierta rigidez a ésta idea nos podría llevar a una imposición de sentido por parte del contexto, un determinismo metafísico u ontológico al que la voluntad debe adaptarse de manera natural, o renegar de él de manera antinatural. Apestaría a razón histórica.

    Muy bien vista la problematicidad de una cuestión que tras tu apreciación, me decanto por dejar abierta, en estado problemático, a menos que encontremos la manera de zanjarla. Aunque soy de los que piensan que en muchas ocasiones, una pregunta es la mejor respuesta (o la más filosófica).

    En otro orden de cosas... Pues a mi me gusta tu comentario, que cojones jajajaja.

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  6. (2º intento para comentar en tu blog, tengo que reescribirlo todo otra vez. Y por cierto, soy Bea)
    Aparezco tímidamente por aquí y saludo con la manica debido a que siempre me ha acojonado rebatir o comentarle algo a los verborreicos filósofos (os adoro, embaucadores jaja). Y digo que:

    1. A lo que comentáis Aroa y tú sobre el poder de la masa sobre el individuo y la capacidad de cometer atrocidades... Creo que la masa se convierte en un ente que vive por sí mismo debido a las relaciones entre sus miembros, sus normas, jerarquías, creencias, etc.

    2. Cuando hablas de "soledad absoluta, como los retiros", me ha parecido que les quitabas la cualidad de contexto y esto no debería ser así, dado que aunque no estén formados por varios individuos directamente, siguen siendo un contexto y más si necesariamente un individuo ha de vivir en un contexto, ésta no puede ser una excepción. Y digo formado no directamente porque puede estar formado por expectativas, motivaciones y demás procesos cognitivos que actúan en conjunto con las percepciones y que, de hecho, estas últimas se ven influídas por los anteriores; tanto de la propia persona como del resto.

    3. Pregunta: ¿Quién crea ese texto experiencial que posee cada contexto?

    4.Es cierto que cada situación diverge de las otras, pero como bien dices posteriormente, una persona es capaz de percibir que ha de introducir uno u otro elemento en cada contexto, por tanto... ¿Hablamos de generalización de contextos? El ser humano percibe, categoriza y generaliza (rollo economía cognitiva).

    5. Cuando comentas las conductas automáticas, lo haces (o eso me parece a mi) como si éstas estuvieran fuera de un contexto y dentro de una inercia a la que no le atribuyes la cualidad de contexto. Considero que no es tan así debido a que el propio contexto ya reconocido y previamente analizado (bien por la propia experiencia o por lo que algunos autores denominan "aprendizaje vicario", observación; o incluso por traspaso de información) hasta el punto de la producción de un aprendizaje tal que genera un automatismo, es aquel que moviviliza (dios, esto suena muy conductista, pero no lo pretende) la conducta, que es automática únicamente por tenerla interiorizada y no demandar esa atención necesaria para ejecutar otro tipo de conductas "nuevas", permitiendo así seguir presentes en un contexto más amplio y no sólo en el "de tarea".

    Espero haberme explicado bien!

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  7. ¡Muy buenas! Voy a intentar responder a las cuestiones que planteas:

    -En lo referente a lo que dices sobre la masa, totalmente de acuerdo.

    - No quise quitarle la categoría de contexto a esas situaciones de soledad absoluta, es sólo que me interesaba más explorar facetas de contextos formados por diferentes personas, ya que me parecen más importantes, en la medida en que entran más factores en juego, y además son la clase de eventos en los que nos desenvolvemos día a día (como los solitarios, como bien dices). Tienes razón, una situación de retiro posee los mismos caracteres contextuales que otra que incluye otros individuos, aunque considero que posee una mayor intensidad y complejidad aquellos que acontezca en contextos sociales, ya que si cada elemento puede teñir el espacio, cada individuo se instaurará como toda una explosión de posibilidades y percepciones, propiciando un choque de mundos personales en la interacción.

    - La idea es que el texto experiencial no es algo que alguien cree, aunque pueden imaginarse casos de manipulación en los que se daría algo semejante. Digamos que se construye en conjunto, y puede ser recolectado desde un prisma individual, el de aquel que lo presencia. Captar el texto experiencial es captar el entramado del contexto, discernir su funcionamiento, lo que permite actuar como parte integrante en él, pudiendo intervenir en su flujo, solo que ahora de manera lúcida, con conocimiento de causa y en cierto sentido, de consecuencia. En otras palabras, percibir el texto experiencial es comprender el mecanismo de su devenir, de sus eventos.

    - Generalizar contextos se me presenta como algo problemático. Implicaría homogeneizarlos, reducirlos todos a un mismo nivel y forma, por lo que si el sujeto no solo no se entrena en una percepción mejor, sino que se entrega a una mirada que no es capaz de diferenciar los matices que hacen única cada situación, aquellos que hace que la rutina no lo sea tanto, verá mermadas sus capacidades de comprensión e intervención lúcida en el contexto en el que se integra.

    - Concibo que dichas conductas automáticas son fruto de una cesión al contexto. Voluntaria o no, el individuo se imbuye en un flujo del que no puede responder total o parcialmente, lo que también puede llegar a ser peligroso, aunque en sus formatos más cotidianos sea algo sencillo y benévolo (actos automáticos que hacemos casi sin pensar conscientemente, por repetición, por ejemplo). Consideraba que ese automatismo era algo benévolo en la mayoría de las situaciones, aunque un tanto constrictora a la hora de atender a situaciones más amplias. La idea que propones es muy interesante, que una conducta automatizada permita atender a elementos ajenos a su tarea, propiciando una mayor atención al entorno (que siempre es beneficiosa) es lo contrario de lo que yo planteaba en ese punto, por lo que resulta muy enriquecedora. Quizá habría que matizar los términos y ver en que situaciones podríamos aplicarlo, pero es un punto en el que no había caído.


    Yo también espero haberme explicado bien. Si hay algo que crees no responde a tus cuestiones, o no he entendido bien, ya sabes donde comentar. Mil gracias por tu lectura y tu comentario.

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