lunes, 6 de abril de 2009

Incompletos

La gran diferencia entre humanos y animales es la sociabilidad. El hombre es un ser prácticamente sin instintos, incapaz de configurarse como tal en soledad. Por ello, necesita de los otros para existir en todas sus posibilidades.

En cada individuo se produce un choque entre deseos enfocados a uno mismo, y deseos enfocados a los otros. Nos guste o no, esta es una contradicción que nos constituye y define. Querer estar a solas, y a la vez compartir nuestra vida con los demás es una situación con la que es difícil convivir. Necesitamos nuestro espacio, un rincón, físico o no, donde nadie pueda entrar, en el que podamos aislarnos de todo. Pero llegado a cierto punto, esta situación puede resultarnos asfixiante, en el momento mismo en que nuestro impulso social exige ser alimentado.

Nos refugiamos del exterior, pero nos alimentamos de él.

No es agradable pensar que nuestra felicidad no recae solo en nosotros mismos, aceptar que tenemos cierto grado de dependencia con los demás. Es algo que la existencia nos ha demostrado, pero que quizá no hayamos querido ver, concibiendo a los otros como proveedores de servicios y beneficios de obligado trato, y creyendo que solo en nosotros mismos hallaríamos la paz. Somos seres incompletos, y nuestra tarea es buscar la felicidad partiendo de la aceptación de esta situación, no de la oposición a ella.

Más allá de exigencias sociales o biológicas, todo individuo necesita relacionarse, sea cual sea el tipo de relación. En nosotros se hallan diferentes cuestiones que necesitan ser tratadas, aquellas que dan como resultado amistades y amores. Es por esto que creemos que todo va bien, cuando nos sentimos arropados por aquellos que nos importan.

Pero por supuesto este es un fenómeno con dos caras, como no podía ser de otra manera en algo relativo a lo humano.

Nuestros miedos y complejos dan lugar a la creación de una máscara, una imagen personal que proyectamos hacia los demás. Lo que queremos que los otros vean en nosotros. La razón de esto la encontramos en que en nuestro interior hay ciertas cosas que no queremos que los demás perciban. Supuestas oscuridades que llegamos a ocultar a nosotros mismos, y que por ningún motivo queremos que el otro conozca. Nos horroriza la idea de que nos juzguen a través de estos, que capten nuestra debilidad, y que por ello nos ignoren, o nos ridiculicen.

Esta lucha entre la necesidad de mostrarse y el miedo a ser visto es lo que torpedea toda relación. Todos compartimos un vacío que solo puede ser alimentado por otros. Entonces, ¿Por qué seguimos enmascarándonos?

Tanto malas experiencias como complejos infundados propician en nosotros un sentimiento de inferioridad, que perpetúa la creencia de que portamos ciertas cosas que deben ser ocultadas, pensando que de ver la luz, dinamitarían nuestras relaciones sociales, provocando el rechazo de los nuestros.

Es cierto que si alguien decidiera, en la medida de lo posible, desenmascararse, podría recibir a cambio el temido rechazo del otro, que ante la perspectiva de dejarse ver, prefiriera mirar hacia otro lado, dejando que las cosas siguieran como hasta ahora, mostrando de sí solo lo socialmente aceptable.

Pero conocer un segmento de alguien de por sí ya sesgado, no es gran cosa ¿no?

Utilizarnos como meros objetos que se aprueban entre sí, a la larga, solo supone un aislamiento mayor.
Imaginemos por un momento que dos personas deciden, de manera individual, vencer u obviar su miedo al rechazo, y mostrarse, tomando al otro no como un medio, sino como un fin en sí mismo. Claro está que en el proceso uno de ellos podría desfallecer y rendirse, retrayéndose de nuevo.

Pero si esto no ocurriera, si ambos sujetos comenzaran la larga travesía del conocimiento mutuo, liberándose de todo impulso juzgador, fascinándose entre sí, sería entonces cuando el entramado de la intersubjetividad emergería entre ambos, premiándoles con sensaciones que ningún otro sucedáneo humano podría haber simulado. No solo se reconocerían, sino que se entenderían, el cómo y en qué grado lo hicieran ya sería una cuestión privada.

A diario topamos con multitud de individuos que nos resultan indiferentes, a sabiendas de que con algunos de ellos podemos compartir una afinidad que no se muestre a simple vista. Algunas personas merecen que corramos el riesgo de que nuestros temores se realicen, ya que si la interconexión se produce, podemos encontrar en ellos un fuerte afecto, conocimiento… del que nos nutrimos, aportándoselo a ellos también. Y todo esto de manera desinteresada.

Quién sabe, quizá, y aunque solo sea por un corto período de tiempo, logremos sentirnos completos.

Apostad por las personas

7 comentarios:

  1. La necesidad de ocultarnos en nuestra propia "cueva" para saciar nuestra necesidad de soledad con nosotros, en la cual nos encontramos incompletos, hace que busquemos ese contacto hacia las personas pero esto nos puede causar un dolor que nos haga ir con una máscara y no mostrarnos realmente. Solo nos quitaremos la máscara ante alguien quien nos sepa completar y se nos asemeje, ayudándonos a salir de nuestra cueva y viendo la realidad de otra forma.
    Esto nos diferencia el ser del existir ya que nosotros existimos.
    Qué gran texto y que gran verdad, estoy totalmente de acuerdo, necesitamos de alguien.
    Un abrazo bro.

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  2. Somos seres sociales.La soledad escogida como opción no produce nuestra plena realización como personas. Prueba de ello es que nuestros recuerdos no sólo se asocian a hechos o imágenes, sino también a personas que estuvieron en ese momento.

    La cuestión de los "muros" forma parte de la autodefensa para evitar el daño o para redundar en lo que tú has venido comentando en otros artículos: el miedo. Enriquecerse con los demás debe formar parte de un proceso natural. Es inevitable seleccionar con quien quieres compartir tus miserias o incluso quien desde una mirilla va a poder vislumbrar tus fallos. La cuestión es saber si somos lo suficientemente valientes para ir con nuestra personalidad por bandera, sin tapujos, resquemores o miradas torcidas. Por eso, el enriquecerse con el conocimiento ajeno es un proceso lento, que comienza en muchas ocasiones de forma espontánea. Desde luego, si ejerciéramos una práctica de empatía con el otro, otro gallo nos cantaría.

    Hablar con las personas, sólamente conocer su experiencia vital, ya es de por sí enriquecedor, en el sentido que nos hace reflexionar sobre nuestra propia vida, así como el simple hecho de conocer gente distinta, con sus virtudes y sus defectos.

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  3. No tengo nada que decir... Increíble, un texto genial =)

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  4. Como bien dices el miedo a mostrarnos como somos,el miedo a mostrarnos de alguna manera débiles, frágiles tal vez...es lo que nos impide conseguir alcanzar sensaciones fuera de lo común..este miedo no solo se limita a los demás, sino a nosotros mismos.En el momento en que esa barrera se rompa........voila!!...bienvenido a un nuevo mundo.

    Gracias por tu reflexión hermano...sigue haciendo funcionar esa cabecita.

    Un ABRAZO OMAR((((((SOY MANU)))))

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  5. Estaba en la biblio estudiando foslises y he dicho voy a pasarme x el blog ke nunka lo hago, y buah, ma enkantao y me he sentio identificada en varios aspectos, xo ma llegao tela la frase de "Algunas personas merecen que corramos el riesgo de que nuestros temores se realicen"
    Deberia pasarme mas por aki, xk me enkanta.
    ¿y ahora como me pongo yo a estudiar despues de esto?
    Un besazo enoorme!!

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  6. Ja! Bueno en este tmb te comenté!! Jejejeje, me gusta muchisimo como te expresas en serio, y mucho más me gusta la idea que tienes sobre el ser humano y la relación con los demás.

    Jummm!!! Si es que, ya tenía ganas de tener una migo filósofo!!! Soy Guay ^^

    Un beisto fuerte! ya te iré comentando!! =D

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  7. "Érase una vez un individuo, de nombre Harry, llamado el lobo estepario. Andaba a dos pies, llevaba vestidos y era un hombre, pero en el fondo era, en verdad, un lobo estepario. Había aprendido mucho de lo que las personas con buen entendimiento pueden aprender, y era un hombre bastante inteligente. Pero lo que no había aprendido era a estar satisfecho de sí mismo y de su vida. Su característica radicaba en que tenía dos naturalezas, una humana y otra lobuna; ése era su sino. Éste sino no era tan singular, ya que se han visto hombres que dentro de sí tenían un poco de zorro o de pez. Pero estas personas vivían normalmente sin hacerse daño el uno al otro ayudándose mutuamente. En Harry, por el contrario, no corrían el lobo y él paralelamente, sino que estaban en odio constante y mortal. Cuando, por ejemplo, Harry en su calidad de humano tenía un bello pensamiento, o experimentaba una sensación noble, el lobo que llevaba dentro enseñaba los dientes, se reía y le mostraba con sangriento sarcasmo cuán ridícula le resultaba esa farsa a un lobo de la estepa, en cuyo corazón tenía perfecta conciencia de que lo que le sentaba bien era trotar solitario por las estepas, beber a ratos sangre o cazar una loba. Y exactamento lo mismo ocurría cuando Harry se sentía lobo y obraba como tal. Harry no llevaba una vida agradable, y a menudo desgraciada, y también hacía desgraciados a los que le querían. Pues todos los que le tomaban cariño no veían en él más que uno de los dos lados. Algunos le querían como hombre distinguido, inteligente y original y se quedaban aterrados y defraudados cuando de pronto descubrían en él al lobo. Y esto era irremediable, pues Harry quería, como todo individuo, ser amado en su totalidad y no podía.. También había otros que amaban en él al lobo, por lo salvaje, indómito, peligroso y violento, y también a éstos les producía decepción y pena que de pronto el fiero y perverso lobo fuera además un hombre, tuviera dentro de sí afanes de bondad, dulzura, tuviera ideales de humanidad y escuchara Mozart."

    Apolo y Dionisos son dos caras de la misma moneda, y las dos son necesarias. Todos tenemos nuestras propias contradicciones, aspectos (más oscuros, o más claros) incompatibles, y aprender a acerptarlos entiendo yo que es la base de la madurez. Desarrollarnos a través de la experiencia y de los otros es el sentido de la vida.

    Nos vemos en apocalipsis general II

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