sábado, 14 de marzo de 2009

Introspección

Desde que nos levantamos, y hasta que nos acostamos, estamos inmersos en actividades. Para cada momento del día hay una tarea que llevar a cabo. Desde las más básicas y comunes hasta las más complejas y específicas, todas ellas ocupan la totalidad de nuestro tiempo.

Nuestra consciencia se centra en ellas, y en nada más. De no estar realizando una en el presente, enfocamos nuestra atención a la próxima, y la esperamos. Cuando ésta llega, la realizamos, pero a su vez estamos pendientes de la siguiente. Esta es la consecución de nuestros días, saltar de una tarea a otra, realizando una y esperando la posterior, hasta el fin del día, cuando observamos las que llegarán tras el amanecer, o incluso antes.

Nos pasamos la vida esperando a esperar.

La concepción más extendida de la vida se resume a eso, a ir de un lado para otro, actuar por actuar, ya que sin nada que hacer, nos sentimos en la más profunda de las ambigüedades. Tememos el vacío, ya que en él perdemos nuestra identidad. En la nada, no somos nadie. Comúnmente se dice que somos lo que hacemos, y que una persona se define por sus actos, pero:

¿Cómo va a definirse una persona, si ni siquiera sabe quién es?

En el día a día creamos un orden artificial, una rutina, que aporta un sentido a nuestra vida, motivos y objetivos, algo que hacer. Un proceso en el que pretendemos identificarnos en nuestros actos, vaciándonos en ellos, ansiando vernos reflejados. Paulatinamente nos dejamos llevar por la corriente que éstos crean, un flujo que nos aleja de nosotros mismos.

La prueba de esto la encontramos en la angustia que nos provocan los momentos vacíos, espacios de indecisión en los que no sabemos en qué invertir nuestro tiempo, y para los que la respuesta más inmediata es la distracción. Entretener nuestra mente, para que no sienta la ausencia de sentido del instante que está viviendo, mientras busca otra función que realizar.

Pero en ese escapar de lo que nos aflige, en esa búsqueda de algo que nos calme, nos sentimos más y más apesadumbrados, desconsolados por una solución que nunca lo fue, y que ahora ni siquiera logra despistar nuestro malestar. Evadirnos del vacío existencial que nos agrede solo aumenta sus proporciones. En el acto de escabullirnos, está la causa de este sufrimiento, ya que nos alejamos de la solución, esto es, huimos de nosotros mismos.

Esta amargura es proyectada hacia todo lo que nos rodea, tanto hechos como personas, el entorno al completo. Nos vemos como el centro de una circunferencia en la que la totalidad de su superficie nos perjudica y agrede.

Es una situación de la que somos totalmente culpables, ya que aunque en sus comienzos pasó inadvertida, pudo asentarse gracias a nuestra cobardía y victimismo, al ser más fácil culpar de manera instintiva, que reconocer que nuestra actitud es el factor principal que nos condena.
Es complicado salir de esta dinámica, en el sentido en que la mente ha sido moldeada por nuestro ritmo de vida, registrando los rasgos básicos de cada percepción, sin profundizar en ninguno de ellos. Pero que no conozcamos su intensidad, no significa que esta no exista.

Si nos sentimos mal cuando no estamos haciendo nada, es porque en ese vacío nos topamos con algo que no queremos afrontar. Nos encontramos con nuestro ser.
En primer lugar debemos darnos cuenta de que el acto mismo de “no hacer nada” ya es hacer algo. Es más, se trata de la actividad más lúcida de todas, ya que al estar libre de toda pretensión, deja fluir nuestro pensamiento, dando lugar a cavilaciones de gran relevancia.

Para acabar con este ahogo debemos ir a su origen, nuestro interior. Salir de esta tendencia alienante, escapar de nuestros quehaceres con la única finalidad de estar con nosotros mismos. Esta abstracción supondrá una perspectiva general de la supuesta problemática que nos rodea, conflictos que perderán su intensidad progresivamente, surgiendo a su vez las posibles soluciones, que se mostraran con certeza y sencillez.

Una vez que las aparentes complicaciones han delatado su trivialidad, se divisará el camino de la introspección, la posibilidad de lanzar una mirada a nuestro yo. Surgirán inquietudes, deseos, miedos… características de nuestra existencia, que veremos reflejadas en un espejo imaginario. Quizá pueda ser una experiencia dura, pero la recompensa merece el sacrifico. El conocimiento personal nos muestra el sendero de la lucidez vivencial, siendo ésta garantía de equilibrio y bienestar.

Basta ya de excusas cobardes y reproches absurdos, regalémonos aquello que merecemos y necesitamos por encima de todo: La sinceridad con nosotros mismos.

Mirémonos al espejo

7 comentarios:

  1. ...es como cuando estas sentado en el sofá, solo, y no puedes estar contigo mismo simplemente porque no puedes; es como estar sentado en un asiento del autobús mirando absorto hacia el exterior, no sabes bien el porqué pero te quedas callado y quieto, es más, si te mirarás desde fuera verías tu cara de desasosiego...

    Parece ser que en esos momentos tan sutiles nos encontramos cara a cara con nosotros mismos. Pero al igual que cuando esquivamos la mirada de una persona por la calle que conocemos y no deseamos saludar...nos miramos pero no nos vemos. Si llegamos a aceptar la conversación con nuestro yo más profundo,
    ...posiblemente no encuentres pregunta,
    ...posiblemente no encuentres respuesta,
    ...posiblemente no encuentres aquello que no sabes que buscas,
    ...posiblemente no te encuentres porque no quieres encontrarte,
    ...posiblemente encuentres la auténtica felicidad,
    ...posiblemente tienes miedo a ver como eres y aterrado pedirte ayuda y saber la respuesta...NO...

    ResponderEliminar
  2. Increíble...

    Me he visto muy identificada con este texto, yo a los espejos siempre los he tnido muy presentes en mi vida... Y el título de mi blig es esperando lo imposible.

    Quizás lo dificil de la vida sea romper con esos actos consecutivos, sin dejar de pensar en lo siguiente. Quizás lo bonito de todo ello y de lo que no sabemos disfrutar es de no pensar en lo que tenemos que hacer, sino en lo que vamos a disfrutar...
    Siempre hay un momento en la vida, en el que la persona s detiene a pensar quién es y hacia dónde se dirige, pero eso, es dificil de saber. Lo único que realmente sabemos, es que todos vamos a terminar en una caja, tu destino, tu ética y filosofía al igual que el destino de cada cual lo marcamos nosotros.

    Los espejos no son malos, pero en demasiada cantidad pueden volverte loco.

    Me encanta esa foto, y seguid escribiendo así, porque es increíble poder leer cosas como esta.

    Un beso =)

    ResponderEliminar
  3. Me miro al espejo y pienso: ¿Ese soy yo? Como la foto en la que sales con papada y que un rictus de seriedad o falsa mueca, como esa voz grabada en una cinta que no reconocemos como nuestra. ¿Ese soy yo? Y a veces, te pones a pensar, mientras escribo estas palabras ¿Quién es esta persona que aporrea estas teclas? Producto de nuestra experiencia somos, de nuestra sensibilidad para aprehender las situaciones que nos rodean.
    Cuando uno lleva camino andado, se cuestiona sobre la imagen que los demás tienen,si se corresponde con la que tenemos de nosotros mismos. ¡Ah,pues eres más marchoso de lo que parecías! ¿Proyectamos lo que somos, lo que queremos ser? En lo más profundo de nuestra caverna mental, muchos reconocemos nuestras miserias, vacíos de lo que en algún momento quisieramos ser.
    Somos esclavos de nuestra propia imagen, construida por lo que los demás esperan de nosotros, o por lo que nosotros hemos creído de sus intenciones.
    Es difícil mirarse por dentro,porque muchas veces se encuentra lo que en otros artículos has referido: la soledad, el miedo..los cuales preferimos evitar aunque se crucen en forma de mirada perdida. Por eso el tirar hacia adelante, el buscar el interés en las pequeñas cosas. Mi niño llora. Me voy, porque quizás esté ahí nuestra finalidad, nuestro ser en la vida.

    ResponderEliminar
  4. y estaba cansado, y tenia sueño y aun asi me lei los textos, si señor, los cuatro de cabo a rabo, los cuatro con sus respectivos comentarios, lo mejor; que cualquier mañana cuando este cansado, cuando tenga sueño, tal vez una conversacion me entusiasme. lo peor, lo peor seria un consejo.


    "heterosexualmente hablando encantado de haberte encontrado".

    ResponderEliminar
  5. Ole!!!! me encanta lo que acabo de leer y ademas como conozco al autor de estas palabras me alegro doblemente,por tú juventud y tú madurez...y tú valentia para poder entrar a ese vacio...
    un beso Pamela

    ResponderEliminar
  6. Adoro los momentos en los que no hago nada fisico. Por ejemplo, adoraba ir en bus a clase por las mañanas, porque miraba una y tra vez el mismo paisaje y cada mañana pensaba cosas distintas. Incluso llegue a pensar que en las calles hay tantos carteles para evitar que la gente vaya pensando mientras camina :P

    ResponderEliminar